A partir del lunes 3 de junio vendrán los días más difíciles en el cuarto de
guerra de Eduardo Ramírez, debido a que a partir de ese momento deberá definir los
perfiles de los hombres y mujeres que lo acompañarán en el gabinete de su gobierno, y lo complicado de esta selección, es que él no tiene el derecho a equivocarse y tampoco puede terminar siendo una continuidad del gobierno de
Juan Sabines, de Manuel Velasco y de Rutilio Escandón; en este sentido el cambio debe mostrarse desde el primer segundo de su gobierno y eso solo puede hacerse con un gabinete que despierte credibilidad, confianza, energía,
conocimiento y experiencia.
Las necesidades de Chiapas están en todas partes y hay una urgente necesidad de reconstruir la entidad desde sus cimientos. Así que no se puede perder tiempo ni
un solo instante. Por eso la relevancia de la selección y nombramiento de todos y cada uno de los integrantes del que debe ser un buen gabinete, con el fin de alcanzar los resultados de gobierno que se esperan, sobre todo, porque Chiapas
lleva dieciocho años de gobiernos
desafortunados, en donde no solo no hay gobierno sino que se perdió, en manos del crimen organizado, la función del Estado.
El perfil de todas las secretarías es importante, pero hay tres nombramientos que en este momento, por la crisis de gobernabilidad y de seguridad en Chiapas, adquieren mayor relevancia. Estas son la
secretaría general de gobierno, la fiscalía del Estado y la secretaría de seguridad pública, que forman parte del gabinete de política y seguridad. En Chiapas la pérdida del control del territorio que está en manos de la delincuencia organizada se debe, fundamentalmente, a que funcionarios que tenían la responsabilidad de combatir a la delincuencia terminaron
aliados a ella, y se convirtieron no en sus cómplices sino en sus subordinados. La corrupción en los funcionarios terminó siendo una causa de la declinación del gobierno ante el crimen organizado.
Las dependencias responsables de la seguridad tanto estatales como federales están podridas, todas colaboran con la delincuencia organizada y reciben de ella
sobornos. Hay casos de tal cinismo, que funcionarios de primer nivel son compadres de las cabezas importantes de los cárteles en la entidad y en otros hasta existe la presunción de vínculos familiares a través de sus hijos. Para la fiscalía existen ocho personas que tienen la certeza de que van a ocupar ese cargo, e inclusive ya están invitando a colaboradores para integrarse como fiscales; de los ocho suspirantes ninguno cubre los requisitos mínimos de honestidad y de combate a la delincuencia sino que ya están saboreando el olor de los dólares que esperan recibir de manos de
la delincuencia organizada, lo que significa que una mala decisión en ese nombramiento se estaría en las mismas condiciones de violencia que se viven actualmente.
En la secretaría de seguridad existen las mismas condiciones.
Los que se promueven para ese cargo ya están haciendo cálculos de cuánto pueden recibir anualmente de la delincuencia y están más interesados en saber de cuánto es la cuota que aportan cada comandancia, que en las estrategias de seguridad y control de la violencia. En el grupo cercano del candidato, hay colaboradores
que inclusive ya tienen privilegios en las dependencias que se imaginan que van a ocupar y ya a personas para su contratación y traen choferes de las dependencias. Por eso los días más difíciles para Eduardo Ramírez van a ser a partir del 3 de junio, en virtud de que tiene que conformar un gabinete para construir
gobernabilidad y procurar mayores condiciones de seguridad a la población, y a su vez, debe poner un alto a los adelantados, que ya se siente los elegidos y empezaron a mostrar el espíritu de la rapiña y no el del servicio y la disposición
para hacer mejor las cosas.